USO RESPONSABLE Y SEGURO DE INTERNET
Nuestros hijos e hijas cada vez se inician antes en el uso de Internet. Esto, a pesar de ser positivo en muchos aspectos, también es una fuente de preocupación e inquietud en todas las familias. Las ventajas son claras:
- Búsqueda autónoma de información sobre temas académicos, de actualidad, de su interés...
- Uso de herramientas y materiales diversos.
- Interrelaciones sociales fluidas.
- Ampliación y diversificación de sus redes sociales
De igual manera el uso inadecuado de la tecnología on line puede presentar algunos inconvenientes entre niños, adolescentes y jóvenes:
- Acceso a páginas con contenidos inapropiados.
- Establecimiento de relaciones que acarrean cierto peligro.
- Pérdida de intimidad…
Sin embargo, si conseguimos fomentar un uso apropiado en nuestro entorno familiar, la balanza de pros y contras caerá a favor del uso de Internet en nuestro hogar.
Vamos a ver algunos consejos y cuestiones a las que atender para conseguir minimizar los riesgos para nuestros hijos e hijas:
1) Será fundamental establecer una comunicación abierta y comunicativa con nuestras hijas e hijos de manera que nos mostremos dispuestos a resolver sus dudas y ellos se sientan dispuestos a contarnos cualquier situación, comentario o contacto en la red que les haya resultado incómodo.
2) Si llegase el momento en que nos cuentan una situación de ese tipo, reaccionaremos pausadamente, sin enfados y de manera comprensiva evitando así que en otra ocasión opte por callar.
3) Es bueno acordar unas normas de uso de Internet apropiadas a su edad y que sean visibles en el lugar en que está el ordenador. Más adelante veremos algunas básicas según cada grupo de edad.
4) Una buena estrategia es colocar el ordenador en un espacio transitado de la casa. De esta manera podremos controlar el tiempo que permanece conectado y, sin necesidad de ser invasivos, iremos viendo los contenidos y páginas a las que accede.
5) Es importante, antes de facilitar a nuestros hijos e hijas el acceso a Internet, clarificar qué tipo de información no es conveniente que proporcione a través de la red. En este sentido, no conviene generar alarma ni desconfianza en sus relaciones sociales, sin embargo sí trasmitirle que ser precavido o precavida en dar según qué tipo de información es una manera de cuidarse. Así tendremos que salvaguardar los datos personales de los miembros de la familia, la dirección, los teléfonos de contacto, el centro educativo al que asiste y otros lugares a los que acude con periodicidad (academias, clubs deportivos…). Debemos hacer que usen un apodo en lugar de su nombre.
6) También conviene tener una conversación acerca de las actividades que son ilegales a pesar de ser habituales en nuestro entorno social. Por ejemplo, la descarga de material audiovisual o musical, difamar, vulnerar la privacidad de otra persona colgando fotos o proporcionando datos sobre ella sin su autorización…
7) Por último señalar que hay varias “herramientas” que conviene que conozcamos y usemos. Filtros, motores de búsqueda específicos para niños en lugar de los genéricos, el bloqueo de ventanas emergentes, programas de control parental… Es importante que revisemos periódicamente los historiales del navegador y de los chats a los que accedan.
10 consejos básicos para aplicar límites educativos
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1. Objetividad. Es frecuente escuchar
en nosotros mismos y en otros padres expresiones como "Pórtate bien",
"sé bueno", o "no hagas eso". Estas expresiones significan
diferentes cosas para diferentes personas. Nuestros hijos nos entenderán mejor
si marcamos nuestras normas de una forma más concreta. Un límite bien
especificado con frases cortas y órdenes precisas suele ser claro para un niño.
"Habla bajito en una biblioteca"; "da de comer al perro
ahora"; "agarra mi mano para cruzar la calle" son algunos
ejemplos de formas que pueden aumentar sustancialmente la relación de complicidad con tu hijo.
2. Opciones. En muchos casos, podemos dar a nuestros hijos
una oportunidad limitada para decidir como cumplir sus "órdenes". La
libertad de oportunidad hace que un niño sienta una sensación de poder y
control, reduciendo las resistencias. Por ejemplo: "Es la hora del baño.
¿Te quieres duchar o prefieres bañarte?". "Es la hora de vestirse.
¿Quieres elegir un traje o lo hago yo? Esta es una forma más fácil y rápida de
dar dos opciones a un niño para que haga exactamente lo que queremos.
3. Firmeza. En cuestiones
realmente importantes, cuando existe una resistencia a la obediencia, nosotros
necesitamos aplicar el límite con firmeza. Por ejemplo: "Vete a tu
habitación ahora" o "¡Para!, los juguetes no son para tirar" son
una muestra de ello. Los límites firmes se aplican mejor con un tono de voz
seguro, sin gritos, y un gesto serio en el rostro. Los límites más suaves
suponen que el niño tiene una opción de obedecer o no. Ejemplos de ligeros
límites: "¿Por qué no te llevas los juguetes fuera de aquí?";
"Debes hacer las tareas de la escuela ahora"; " Vente a casa
ahora, ¿vale?" o "Yo realmente deseo que te limpies". Esos
límites son apropiados para cuando se desea que el niño tome un cierto camino.
De cualquier modo, para esas pocas obligaciones "debe estar hecho",
serás mejor cómplice de
tu hijo si aplicas un firme mandato. La firmeza está entre lo ligero y lo
autoritario.
4. Acentúa
lo positivo. Los niños son más receptivos al "hacer" lo que
se les ordena cuando reciben refuerzos positivos. Algunas represiones directas
como el "no" o "para" dicen a un niño que es inaceptable su
actuación, pero no explica qué comportamiento es el apropiado. En general, es
mejor decir a un niño lo que debe hacer ("Habla bajo") antes de lo
que no debe hacer ("No grites"). Los padres autoritarios tienden a
dar más órdenes y a decir "no", mientras los demás suelen cambiar las
órdenes por las frases claras que comienzan con el verbo "hacer".
5. Guarda distancias. Cuando decimos
"quiero que te vayas a la cama ahora
mismo", estamos creando una lucha de poder personal con nuestros hijos.
Una buena estrategia es hacer constar la regla de una forma impersonal. Por
ejemplo: "Son las 8, hora de acostarse" y le enseñas el reloj. En
este caso, algunos conflictos y sentimientos estarán entre el niño y el reloj.
6. Explica el porqué. Cuando un niño
entiende el motivo de una regla como una forma de prevenir situaciones
peligrosas para sí mismo y para otros, se sentirá más animado a obedecerla. De
este modo, lo mejor cuando se aplica un límite, es explicar al niño porqué
tiene que obedecer.
Entendiendo la razón, los niños pueden desarrollar valores internos de conducta
o comportamiento y crear su propia conciencia. Antes de dar una larga
explicación que puede distraer a los niños, manifiesta la razón en pocas
palabras. Por ejemplo: "No muerdas a las personas. Eso les hará daño";
"Si tiras los juguetes de otros niños, ellos se sentirán tristes porque
les gustaría jugar aún con ellos".
7. Sugiere una alternativa. Siempre que apliques
un límite al comportamiento de un niño, intenta indicar una alternativa
aceptable. Sonará menos negativo y tu hijo se sentirá compensado. De este modo,
puedes decir: "ese es mi pintalabios y no es para jugar. Aquí tienes un
lápiz y papel para pintar". Otro ejemplo sería decir: "no te puedo
dar un caramelo antes de la cena, pero te puedo dar un helado de chocolate
después". Al ofrecerle alternativas, le estás enseñando que sus sentimientos y deseos son aceptables. Este es un
camino de expresión más correcto.
8. Firmeza en el cumplimiento. Una regla puntual es
esencial para una efectiva puesta en práctica del límite. Una rutina flexible
(acostarse a las 8 una noche, a las 8 y media en la próxima, y a las 9 en otra
noche) invita a una resistencia y se torna imposible de cumplir. Rutinas y
reglas importantes en la familia deberían ser efectivas día tras día, aunque
estés cansado o indispuesto. Si das a tu hijo la oportunidad de dar vueltas a
sus reglas, ellos seguramente intentarán resistir.
9. Desaprueba la conducta, no al niño. Deja claro a tus
hijos que tu desaprobación está relacionada con su comportamiento y no va
directamente hacia ellos. No muestres rechazo hacia los niños. Antes de decir
"eres malo", deberíamos decir "eso está mal hecho"
(desaprobación de la conducta).
10. Controla las emociones. Los investigadores
señalan que cuando los padres están muy enojados castigan más seriamente y son
más propensos a ser verbalmente y/o físicamente abusivos con sus niños. Hay
épocas en que necesitamos llevar con más calma la situación y contar hasta diez
antes de reaccionar. La disciplina consiste básicamente en enseñar al niño cómo
debe comportarse. No se puede enseñar con eficacia si somos extremamente
emocionales. Delante de un mal comportamiento, lo mejor es contar un minuto con calma, y después
preguntar con tranquilidad, "¿que ha sucedido aquí?". Todos los niños
necesitan que sus padres establezcan las guías de consulta para el comportamiento
aceptable. Cuanto más expertos nos hacemos en fijar los límites, mayor es la
cooperación que recibiremos de nuestros niños y menor la necesidad de aplicar
consecuencias desagradables para que se cumplan los límites. El resultado es
una atmósfera casera más agradable para los padres y los hijos.
Cómo evitar las malas notas a tiempo
Buenas notas ¡Todos las queremos! Pero no siempre esto sucede ¿Qué podemos hacer? ¿Se trata de algo inevitable? Los siguientes párrafos constituyen un aporte, para nuestras reflexiones sobre un tema tan importante en las familias.
CÓMO MOTIVAR Y ENSEÑAR A LOS NIÑOS A ESTUDIAR EN CASA
Al inicio de un nuevo curso, después de unas merecidas vacaciones, todos tenemos las mejores intenciones para sacar buenas notas. Con voluntad podemos hacer todo lo que nos propongamos, pero después llega lo difícil, mantener el horario y encontrar tiempo para todo. Y para no toparnos con sorpresas desagradables a última hora, hay que saber prepararse bien, desde un principio, para que el tiempo empleado en el estudio luzca en las notas. La psicopedagoga María Concepción Luengo del Pino nos enseña a poner remedio a tiempo para evitar las malas notas a final de curso.
Consejos para evitar las malas notas de los niños
Es frecuente escuchar a los niños decir: ¡Yo es que no valgo para estudiar! ¡No me da tiempo! ¡A mí nunca me han gustado las matemáticas! Pero ellos se dan cuenta, al hacerles reflexionar, que hay cosas que no van bien. Hay niños que se ponen, con toda su voluntad, a las seis de la tarde a estudiar y cuando se dan cuenta son las nueve de la noche, sólo han hecho una cosa y su madre les llama para cenar. Se han pasado toda la tarde sin enterarse y aún están todos los deberes por hacer.
Otras frases comunes son también: ¡Me he quedado en blanco en el examen! Llevo dos días intensivos de estudio y ahora no me acuerdo de nada. O bien, ¡es que a mi hijo no le gusta estudiar, no es capaz ni de sentarse a trabajar. Se pasa la tarde frente al televisor o en el ordenador. ¡No se que hacer con él!
Todos conocemos o, al menos nos suena, la teoría de las técnicas de estudio: cómo nos debemos sentar ante una mesa para estudiar (rectos, cómodos), rodeados del ambiente adecuado (luz, temperatura y silencio), el control del tiempo, cómo hacer resúmenes, esquemas, etc.
Aprender a estudiar en casa, los deberes de los niños
Desde muy pequeños, debemos educar a los niños en esta disciplina y en el estudio. En Primaria, los alumnos pueden ir más o menos bien, pero luego en Secundaria, pinchan la mayoría. Y no me refiero a que suspendan, sino que empiezan a sufrir y a luchar por intentar sacar los estudios de cualquier forma, cuando esto se debe aprender y educar desde el principio y, además, desde casa. Y digo desde casa, porque ésta no es responsabilidad del colegio. El profesorado ya sabe de memoria cómo hay que estudiar y lo explican en las clases todos los años, pero luego hay que ponerlo en práctica con el apoyo y la guía de la familia.
Regularidad y disciplina en el estudio de los niños
Cuando se llega a casa por las tardes, hay tiempo para merendar, para hablar de cómo ha ido el colegio, con los amigos, con los profesores, para comentar las anécdotas nuevas... y a las seis de la tarde nos ponemos a trabajar. Para esto no hay discusión. Todos tenemos responsabilidades y debemos cumplir con ellas. Si al principio cuesta, se puede poner un sistema de premios por acuerdos conseguidos. Se debe empezar con los niños pequeños dedicando una hora todos los días para leer un cuento, hacer un dibujo, aprender a hacer puzzles, a recortar o a hacer los nudos de los zapatos.
Al principio, significará tener que ponernos todos los días con ellos sin excepción. Con el tiempo, veremos cómo podemos ir dejándolos a ellos solos porque habrán adoptado esa costumbre de ponerse todos los días a trabajar. Si nos ha sobrado tiempo, podremos jugar, ver un poco de televisión o jugar con el ordenador (siempre controlando el tiempo) y en este orden: primero trabajo y luego distracción. Hay padres que se quejan porque para merendar se ponen la televisión y luego no hay forma de que la apaguen y se pongan a estudiar. En este entrenamiento, para conseguir el hábito de estudio, hay que ponerse serios desde el principio y hacerlo bien (para comer no necesitamos la televisión).
¿Cuanto tiempo deben dedicar los niños al estudio?
Cuando los niños tienen entre 7 y 8 años, podemos introducirles en el concepto del tiempo de estudio. Para evitar el ejemplo anterior, el niño que se pasa la tarde delante de los libros y no ha terminado los deberes, hay que practicar con el reloj y los horarios. Una idea es empezar a hacer un crucigrama al día. El primer día controlamos lo que tarda (pongamos diez minutos) y, a partir de ese día, le proponemos intentar ganarse a sí mismo y superar su propio record (9-8-7 minutos).
El objetivo de este sistema no es agobiarles con el tiempo, sino comprender que cuando nos ponemos un tiempo, las cosas cunden de una manera más eficiente. Así, cuanto antes terminen, más tiempo tendrán para jugar después. Esto les sirve de calentamiento para luego pasar a otra actividad. Leer todos los días, al menos quince minutos, y también con buen ritmo es otro buen ejercicio. Cuando ya van siendo mayores, el crucigrama se puede sustituir por algún ejercicio sencillo o alguna asignatura fácil y breve, para luego pasar a la asignatura que más les cueste o que tenga más trabajo para el día siguiente. No podemos dejarlo para el final, ya que siempre habrá alguna excusa para no hacerlo (ya estoy cansado, no me apetece, mejor que me lo expliques mañana....).
Primero, se estudia y luego, se hacen los ejercicios
Los niños se acostumbren a hacer los deberes (solo los ejercicios que les ponen en clase) todos los días y creen que con eso ya han cumplido. Esto no vale. Primero, se debe estudiar la pregunta y, luego, se hacen los ejercicios. Si un niño está atento en clase a la explicación (1º), lo estudia en casa (2º), lo aprende (3º), hace ejercicios (4º), los corrige en clase (5º), hace resumen o esquema (6º) y repasa las preguntas cada cierto tiempo (7º) hasta el día del control. ¿Cómo no se va a saber la lección para el día del examen después de, al menos, repasar 7 veces la misma pregunta? Claro que si no está atento en clase, no hace los deberes ni estudia el día antes del examen, ya sabemos lo que saldrá.
Todo se consigue con esfuerzo
Cuando empezamos a educar a los hijos, debemos tener claro que buscamos lo mejor para ellos y, en esta vida, las cosas se consiguen con esfuerzo. Esta es la disciplina que queremos enseñarles y tenemos que razonar con ellos: todos estamos cansados, pero ellos tienen su trabajo por la tarde, igual que nosotros con cenas, plancha, ayudar con sus deberes... y lo hacemos con gusto. Al final del día, una vez hemos realizado nuestras tareas, podremos descansar. Así, nos acostaremos con la satisfacción del deber cumplido
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